Peñíscola
Peñíscola, rodeada de mar por todas partes menos por una.
Al estar rodeada de mar es casi una isla. Sus preciosas casas blancas con pinceladas de azul índigo en los marcos de las ventanas y puertas y el mar de fondo convierten a Peñiscola en una bellísima ciudad. Como estas costas sufrían ataques constantes por el mar, la ciudad está rodeada de un conjunto de murallas y torres vigías que la protegen. En la parte más alta se sitúa el castillo que está construido como una fortaleza inexpugnable.
Visitar Peñíscola significa retroceder en el tiempo. El castillo de Peñiscola fue una fortaleza construida por el Orden de los Caballeros Templarios. También fue residencia del papa Benedicto XIII más conocido como el Papa Luna.
Las vistas desde las terrazas del castillo son espectaculares, por un lado el puerto y los paisajes de la Sierra de Irta, por el otro, la ciudad antigua.
Si subis a la ciudad antigua por la puerta principal, no os perdáis el bufador. Es un orificio entre las rocas que permite que el agua del se cuele haciendo un ruido característico, especialmente cuando hay temporal. Y por supuesto, aprovechad las innumerables tiendas de artesanía que os encontraréis en sus empinadas calles. Os recomendamos llevar zapato cómodo, los tacones no son para ésta visita porque las calles son estrechas, empinadas y muy pintorescas.
Finalmente, si os gusta el pescado, es una buena idea probar su gastronomía, al tener puerto pesquero y lonja, la calidad de los pescados y mariscos es excelente.